lunes, 15 de abril de 2013

Hay que leer a Reyes



Alfonso Reyes, ese último gran clásico, era un monstruo de erudición. Todo gran escritor latinoamericano lo ha llamado ‘maestro’ y Borges, ese otro erudito insaciable de lecturas, lo celebró con su famoso verso:

Reyes, la  minuciosa  providencia
que  administra  lo  pródigo  y  lo  parco
nos  dio  a  los  unos  el  sector  o  el  arco,
pero  a  ti  la  total  circunferencia.

que viniendo de quien viene, es un elogio mayúsculo. La obra de Reyes (más de 13 mil páginas en 26 tomos) ha sido llamada ‘una literatura en sí misma’ que abarca prácticamente todos los géneros literarios y una vastedad de temas pasmosa.  Difícilmente puedo aquí añadir algo a los doctos comentarios de docenas de autores que se han dedicado a explorar este monumental legado. 

Lo que sí quiero mencionar es que Reyes, con todo lo admirado que es, sigue siendo como la Biblia y el Quijote: todo mundo sabe de él, pero pocos son quienes realmente lo leen y lo disfrutan, como no sean los mencionados estudiosos. Y esto es en verdad una pena. En su natal Monterrey, si uno quiere conseguir libros de Reyes, va a tener que buscar un buen rato.

Recientemente el FCE reimprimió la colección, pero me parece son pocos los tomos que se pueden conseguir con facilidad, porque contienen alguna obra de renombre como ‘Última Tule’ o ‘Visión de Anáhuac’, aunque hay que reconocer que sí han hecho el esfuerzo de ofrecer precios más accesibles. Fuera de estos tomos, hay por ahí algunos cuantos libros con frases selectas fáciles de digerir pero desnudas de contexto, lo que no permite apreciar la deslumbrante cultura de este autor.


A Reyes hay que leerlo, si no por otra cosa, simplemente para apreciar la riqueza de su lenguaje y su increíble acervo cultural, del que dispone con naturalidad y sin esfuerzo para bombardear con generosas referencias al lector. Para ilustrar este punto, me he tomado la libertad de tomar un texto poco conocido de él: ‘Horas Áticas de la Ciudad’, un ensayo corto (3 cuartillas) en donde hace un breve elogio de las ‘obras menores’ en las que a su ver, muchas veces se encuentra lo mejor o por lo menos lo más sincero de los escritores. A este texto he agregado nada menos que 25 notas explicativas, pues a un moderno lector casual tanto el lenguaje como las referencias históricas y literarias que Reyes usa a cada dos por tres, le pueden dejar sin entender la mitad de sus intenciones. El documento anotado se puede leer o descargar aquí:



Ahora bien, cuando leemos un texto de ese calibre, nos imaginamos esa imagen clásica de Reyes, la del intelectual consumado que nos asombra con su saber:
 


Y es entonces cuando reparamos en la fecha de publicación de ese pequeño ensayo: 1910, y quedamos doble ó triplemente impresionados, al ver que Reyes ya escribía así a la de edad de ¡veintiún años!

Hay que leer a Reyes. Si no por otra cosa, para mejorar como lectores.

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