sábado, 21 de septiembre de 2013

Enséñame al dios, o te mataré sin vacilar

Circle of Iron



Permanecimos allí toda una luna hasta que, hastiado, me puse a vagar por las calles de la ciudad. Así llegué al jardín de su dios. Los sacerdotes vestidos de amarillo, paseaban silenciosos entre los árboles verdes, y sobre un pavimento de mármol negro se levantaba el palacio rosado que sirve de mansión al dios. Uno de los sacerdotes me preguntó qué deseaba. Le respondí que quería ver al dios.

- El dios ha ido de cacería - dijo el sacerdote mirándome con sus ojos oblicuos.
- Dime a qué selva ha ido, pues quiero cabalgar con él -repuse.

El sacerdote peinó los flecos de su túnica con las uñas puntiagudas, y respondió:
- El dios está durmiendo.
- Dime en qué lecho, y velaré su sueño -respondí.
- El dios está en la fiesta - gritó el sacerdote.
- Si el vino es dulce, beberé con él, y si es amargo beberé también -respondí.

El sacerdote, asombrado, me cogió de la mano y me condujo al templo. En la primera cámara había un ídolo sentado en un trono de jaspe. Era de ébano tallado y de la estatura de un hombre. Tenía un rubí en la frente y sus pies estaban enrojecidos por la sangre de un cabrito recién degollado. Le pregunté al sacerdote:

- ¿Es éste el dios?
Y él me respondió:
- Este es el dios.
- Enséñame el dios - grité -, o te mataré sin vacilar. Y le toqué la mano, que se marchitó enseguida. El sacerdote me imploró diciendo:

- Cure mi señor a su siervo, y le mostraré al dios.

Le soplé en la mano que se curó de inmediato. Temblando me condujo a un segundo aposento, donde había un ídolo, en pie sobre un loto de jade. Era todo de marfil y del doble de la estatura de un hombre. Tenía un crisólito en su frente, y sus pechos estaban ungidos de mirra y cinamomo. Yo interrogué al sacerdote:

- ¿Es éste el dios?

Y él me respondió:
- Este es el dios.
 - Enséñame el dios - rugí -, o te mataré sin vacilar.

Y le toqué los ojos, que quedaron ciegos. El sacerdote me suplicó diciendo:
- Cure mi señor a su siervo, y le mostraré el dios.

Le soplé en los ojos, y la vista volvió a ellos. Temblando de pavor, el sacerdote me llevó entonces a una tercera estancia. Allí, ¡oh maravilla!, no había ídolo ni imagen alguna, sino solamente un espejo redondo de metal, colocado encima de un altar de piedra. Y dije al sacerdote:

- ¿Dónde está el dios?

Y él me contestó:

- No hay más dios que este Espejo, que es el Espejo de la Sabiduría. Todas las cosas del cielo y de la tierra las refleja, excepto el rostro de quien se mira en él. No lo refleja para que el que mire pueda ser sabio. Todos los demás espejos son espejos de la opinión. Sólo éste es el Espejo de la Sabiduría. Quienes poseen este Espejo, lo saben todo, y no hay nada oculto para ellos. Y quienes no lo poseen, no adquieren la Sabiduría. Este es el dios que adoramos nosotros.

Miré el espejo, y era tal como él me había dicho.


* * *


- Oscar Wilde, en el cuento ‘El Pescador y su Alma’, del libro ‘Una Casa de Granadas  (1891).



VIDEO DEL DÍA


La historia anterior es común a muchas tradiciones antiguas, y después de que Wilde la relató, ha sido usada muchas veces todavía. En 1978 fue usada como el tema central de Circle of Iron, también conocida como The Silent Flute, una película de búsqueda espiritual-guerrera imaginada por Bruce Lee, pero que no alcanzó a ver terminada:


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